EL alumnado de sexto
ha realizado la actividad que consistía en leer un cuento y después modificar
los personajes, el espacio, el tiempo, el final…
Este es el resultado.
UNA
NAVIDAD SIN REGALOS
Claus
olvidara que éramos rumanos y de cualquier modo nos visitara sin darse cuenta
de que el Ángel ya me había visitado. ¡Así recibiría el doble de todo!
¿Por qué
sucede que en la mañana de Navidad, por poco que se duerma la noche anterior,
nunca resulta difícil despertar y levantarnos? Así ocurrió esa mañana en
particular. Fue cuestión de segundos, después de escuchar los primeros
movimientos, para que todos nos levantáramos y saliéramos corriendo hacia la
cocina y el tendedero donde estaban colgadas nuestras medias y debajo de éstas
se encontraban nuestros brillantes zapatos recién lustrados.
Todo
estaba tal como lo habíamos dejado la noche anterior. Excepto que las medias y
los zapatos estaban llenos hasta el tope con los generosos regales del Ángel de
la Navidad... es decir, todos excepto los míos. Mis zapatos, muy sucios,
estaban vacíos. Mis calcetines colgaban sueltas en el tendedero y también
estaban vacías, pero de una de ellas salía una carta.
Alcancé a
ver las miradas de horror en los rostros de mi hermano y mis hermanas. Todos gritamos.
Todos los ojos se dirigieron hacia mamá y papá y luego regresaron a mí.
- Ah, lo
sabía – dijo mamá -. Al Ángel de la Navidad no se le va nada. El Ángel sólo nos
deja lo que merecemos.
Mis ojos
se llenaron de lágrimas. Mis hermanas trataron de abrazarme para consolarme,
pero las rechacé con furia.
- Ni
quería esos regalos tan tontos – exclamé -. Odio a ese estúpido Ángel. Ya no
hay ningún Ángel de la Navidad.
Me dejé
caer en los brazos de mamá. Ella era una mujer voluminosa y su regazo me había
salvado de la desesperación y de la soledad en muchas ocasiones. Noté que ella
también lloraba mientras me consolaba.
Después de
un rato, mi madre dijo, como si estuviera hablando con ella misma:
- Juan no
es malo. Sólo se porta mal de vez en cuando. El Ángel de la Navidad lo sabe.
Felice sería un niño bueno si hubiera querido, pero este año prefirió ser malo.
No le quedó alternativa al Ángel. Tal vez el próximo año decida portarse mejor.
Pero, por el momento, todos debemos ser felices de nuevo.
De
inmediato todos vaciaron el contenido de sus zapatos y medias en mi regazo.
- Ten – me
dijeron -, toma esto.
En poco
tiempo otra vez la casa estaba llena de alegría, sonrisas y conversación.
Mamá y
papá salieron a correr como de costumbre y nosotros fuimos con ellos paseando
por el parque. Yo no creía lo sucedido y mis hermanos para ayudarme no se
llevaron sus juguetes. Hablábamos de mi comportamiento del año y poco a poco
reconocí que era lo merecido aunque no creía que algo así pasaría.
Al volver
de correr mamá me dijo:
- Felice –
me dijo -, ¿entiendes por qué el Ángel de la Navidad no pudo dejarte regalos?
- Sí –
respondí.
- El Ángel
nos recuerda que siempre tendremos lo que merecemos. No podemos evadirlo. Algunas
veces resulta difícil entenderlo y nos duele y lloramos. Pero nos enseña lo que
está bien hecho y lo que está mal y, así, cada año seremos mejores.
No estoy
muy seguro de haber entendido en aquellos momentos lo que mamá quiso decirme.
Sólo estaba seguro de que yo era amado; que me habían perdonado por cualquier
cosa que hubiese hecho y que siempre me darían otra oportunidad.
Jamás he
olvidado aquella Navidad fría y rara. Desde entonces, comencé a portarme bien y
las siguientes Navidades pude conseguir buenos regalos del Ángel todo un éxito.